La Tierra está más Callada
Las actividades humanas cambian el entorno natural, en más formas de lo que pensamos. Con la mayoría de nosotros confinados en nuestros hogares durante los últimos meses debido a la pandemia del COVID-19, la falta de actividades humanas está teniendo profundos efectos en el medio ambiente.
Calle desierta en Bruselas a consecuencia de las órdenes de quedarse en casa. Crédito de foto: Jonathan Raa/NurPhoto via Getty |
Según la revista Nature, varios movimientos impulsados por humanos contribuyen a la vibración persistente de la corteza terrestre. Cosas como los motores que se encienden en las fábricas, los trenes que llegan a las estaciones y los camiones que circulan por las autopistas contribuyen a la actividad sísmica. Tomados individualmente, tales cosas son insignificantes, pero en conjunto, producen un fondo de ruido sísmico que dificulta a los sismólogos detectar señales naturales como la actividad volcánica y las réplicas de terremotos.
Con mucha actividad humana en pausa durante el brote de coronavirus, los sismólogos de todo el mundo están viendo reducciones significativas en los niveles de ruido sísmico de fondo. Este respiro en el ruido sísmico, mientras dure, representa una oportunidad para que los científicos estudien mejor la actividad natural en la corteza terrestre. Los investigadores que estudian el impacto de las olas oceánicas para predecir la actividad volcánica y los que triangulan la ubicación de los epicentros de terremotos pueden realizar mediciones más sensibles que en condiciones normales.
Hay muy pocas cosas positivas que uno pueda decir sobre la crisis del coronavirus, pero está brindando oportunidades para estudiar y observar aspectos del mundo natural que normalmente se ven ahogados por el ajetreo de la humanidad.
Referencias:
Mayo